Las diferencias en la presión impositiva entre los países miembros del bloque generan distorsiones en la competitividad de los sectores agrícola y ganadero, poniendo en jaque la integración económica. Productores agropecuarios y expertos demandan un debate profundo para equiparar las condiciones de juego.
Por: CPN Hector Tristan
El Mercado Común del Sur (Mercosur) se erigió con la promesa de una integración económica que beneficiaría a todos sus miembros. Sin embargo, décadas después de su conformación, las asimetrías fiscales persisten como un obstáculo significativo, especialmente para sectores clave como el agro y la ganadería, que representan pilares fundamentales de las economías regionals.
Las diferencias en la estructura y alícuotas de impuestos, tanto a la producción, exportación como al consumo, crean un escenario donde la competitividad se ve distorsionada. Productores de un país pueden enfrentar una carga impositiva considerablemente mayor que sus pares en un Estado vecino, lo que se traduce en mayores costos, menor rentabilidad y, en última instancia, una desventaja a la hora de competir en los mercados internacionales e incluso dentro del propio bloque.
El sector agropecuario, con su inherente dependencia de factores climáticos y precios internacionales, es particularmente vulnerable a estas disparidades fiscales. Un ejemplo claro se observa en la imposición a las exportaciones agrícolas, donde Argentina ha aplicado históricamente retenciones a la exportación de granos como la soja, el maíz y el trigo, tasas que no tienen sus vecinos como Brasil, Paraguay o Uruguay. Estas “retenciones”, que pueden oscilar, por ejemplo, entre el 15% y el 33% para la soja en períodos específicos, generan un efecto “desaliento” en la producción y exportación, y trasladan valor a otros eslabones de la cadena o, en el peor de los casos, a productores de otras naciones. Un productor de Argentina que exporta soja enfrenta un costo impositivo significativo que no tiene su par en Uruguay, haciendo que la tonelada de grano argentina sea intrínsecamente más cara para el exportador.
Productores ganaderos también sienten el impacto. Las diferencias en el Impuesto al Valor Agregado (IVA) aplicable a la carne o a los insumos ganaderos, pueden variar significativamente. Mientras que en Argentina la alícuota general de IVA es del 21%, en Uruguay es del 22%, pero las exenciones y tratamientos especiales difieren para productos agropecuarios. A esto se suman las diferencias en los impuestos a los combustibles, que inciden directamente en los costos de fletes y maquinaria agrícola. Por ejemplo, el precio del gasoil puede variar sustancialmente entre los países, impactando la logística y la cadena de valor.
“Es una realidad que nos golpea directamente”, señala un productor agropecuario – miembro de la Sociedad Rural – “Mientras nosotros enfrentamos una mochila pesada de impuestos, desde las retenciones hasta los costos energéticos, nuestros colegas en Uruguay o Brasil operan con mucha más holgura. Esto no solo nos quita competitividad, sino que también desincentiva la inversión y el crecimiento de nuestras explotaciones, afectando la generación de empleo en la zona”.
Además, las tasas municipales y provinciales relacionadas con la actividad agropecuaria, como los impuestos inmobiliarios rurales o las guías de traslado de hacienda, también presentan disparidades importantes. Un establecimiento ganadero en Argentina puede tener una carga tributaria local diferente a uno ubicado en el sur de Brasil, generando desigualdades en los costos operativos.
Las consecuencias de estas asimetrías son múltiples y perjudiciales para la integración:
Para comprender la magnitud de estas asimetrías, resulta fundamental observar algunas estadísticas comparativas recientes (datos hipotéticos para el ejemplo, a ser reemplazados por cifras reales actualizadas):
Expertos en economía regional coinciden en la necesidad imperante de abordar estas asimetrías. “La armonización fiscal no implica que todos los países deban tener los mismos impuestos, pero sí buscar un piso y un techo, y trabajar en reducir las brechas más significativas en impuestos clave como el IVA, las retenciones o las tasas sobre combustibles”, explica una investigadora especializada en integración económica del Conicet. “Es un paso fundamental para que el Mercosur pueda alcanzar su verdadero potencial como bloque económico y para que productores argentinos puedan competir en igualdad de condiciones”.
El debate sobre la armonización fiscal en el Mercosur es complejo y toca fibras sensibles de la soberanía de cada Estado miembro. Sin embargo, la persistencia de estas asimetrías, especialmente en sectores tan vitales como el agropecuario, amenaza con socavar los principios de un mercado común y una integración equitativa. Es imperativo que los gobiernos del bloque retomen este tema con la urgencia que merece, buscando soluciones que permitan un desarrollo más justo y equilibrado para todos sus productores.
Lograda esta armonizacion, se podria contar con un musculo negociador reforzado, para llevar adelante negociaciones con otros bloques economicos, por ejemplo el Mercado Comun Europeo.
FUENTE: HORIZONTE A
Fecha: 25/08/2025